Fue a dar uno de sus paseos nocturnos, abrió la puerta y se lanzó al abismo de la calle. Caminó y camió durante horas, a pesar de que la luz brillaba por su ausencia y hasta las luces de la calle estaban apagadas. No se veía a nadie, pero lo necesitaba. Para su sorpresa cotidiana, no estaba, él no estaba, porque nunca había estado en el pasado, porque en el presente no estaba ahí y porque en el futuro incierto algo le decía que no iba a estar.
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